- Centenario del baloncesto en Cuba
- BALONCESTO CENTENARIO Alguien dijo cierta vez “las ocasiones las pintan calvas” y sin la pretensión de alusiones de ningún tipo, la posibilidad de conversar hoy sobre esta disciplina, permite reflexionar y recordar mucho de los sucedido a lo largo de una centuria de existencia en Cuba. Sin la precisión de fecha exacta, porque el deporte de las canastas casi llegó por accidente a nuestro país, las fuentes bibliográficas mejores informadas ubican las primeras acciones un día cualquiera del mes de octubre de 1905, cuando en el recién constituido gimnasio de la Asociación de Jóvenes Cristianos (YMCA), situado en las calles Egido y Apodaca, hoy Habana Vieja, el señor John Mc Leod, director del centro, estableció los primeros contactos con jóvenes estudiantes de la Universidad de la Habana y otros asociados de los clubes aristocráticos Habana Yatch Club (fundado en 1885) y Vedado Tennis Club (creado en 1902). La iniciativa de Mc Leod formaba parte de la línea de penetración trazada por los gobernantes de Estados Unidos, luego de frustrar en 1898, con la primera intervención militar estadounidense, la lucha independentista iniciada por Carlos Manuel de Céspedes en 10 de Octubre de 1868. Cumplimentado este propósito, las autoridades gubernamentales de los Estados Unidos no vacilaron en emplear grandes sumas de dinero para asegurarse garantías en el orden económico y social. Uno de esos nexos fue realizado a través de la Asociación de Jóvenes Cristianos, institución de extendido poderío por la posesión de escuelas en diferentes estados de la Unión. Por esta misma vía, aunque otras referencias mencionan variadas direcciones, llegaron el fútbol americano y el voleibol, pues Mc Leod buscó aprovechar la notable aceptación que desde décadas atrás tuvo el béisbol entre los fanáticos cubanos. Durante largas semanas los estudiantes universitarios y otros jóvenes pertenecientes a las sociedades aristocráticas se convirtieron en asiduos visitantes al gimnasio de la Asociación e incluso interesaron al director para que formara un equipo, mientras ellos hacían algo similar en la Universidad de la Habana. Entusiasmado porque la propuesta se anticipaba a sus planes, previstos a mediano plazo, Mc Leod calorizó la idea y comenzaron a jugarse las “guerrillas” de 3 vs 3 y 2 vs 2 hasta formar un conjunto representativo de la YMCA.. Una vez organizados los respectivos quintetos acordaron celebrar el primer juego para el día 13 de octubre de 1906, partido ganado por los universitarios 19 x 11. En el mes de febrero de 1907 se incorporó a las acciones bilaterales, un equipo nombrado Crescent, integrado por miembros de las fuerzas interventoras yanquis destacadas en el campamento de Columbia (hoy, Centro Escolar Ciudad Libertad). El último juego de práctica entre la Universidad y la YMCA fue desarrollado el 23 de febrero y concluyó con nueva victoria de los universitarios 26 x 18. Exactamente el 2 de marzo de 1907 quedó inaugurado el primer campeonato en el tabloncillo de la Asociación de Jóvenes Cristianos y el resultado final, tras cinco encuentros, favoreció por fin a la YMCA, cuyos jugadores regulares fueron Herman y Miguel Ángel Moenck, Carlos Booth, Luis Trebejo y Calixto Suárez. La desaparición de la Asociación de Jóvenes Cristianos, en el año 1912, pareció sepultar el incipiente interés de los jugadores, pero la constitución del Club Atlético de Cuba, algunos meses después, llenó en buena medida dicho vacío y comenzó una nueva etapa para el baloncesto cubano. En el año 1915, gracias a la gestión del doctor José Sixto de Sola, se fundó la Liga Nacional de Baloncesto de Cuba, la cual junto a la Liga Nacional de Béisbol Amateur, formada un año antes, resultaron las primeras federaciones deportivas del país. Con la presencia de la Asociación de Dependientes del Comercio, Vedado Tennis Club y el Club Atlético de Cuba se desarrolló un nuevo certamen y los representantes del Club Atlético conquistaron el título. Este primer período (1905-1922), año de fundación de la Unión Atlética de Cuba, antecedente directo del Comité Olímpico Cubano, lo caracterizó el reducido número de equipos, aunque las relaciones de las entidades capitalinas con similares en el interior del país provocaron la extensión del juego a distintas ciudades, aunque en todas se mantuvo la condición discriminatoria predominante en La Habana. En esta referida etapa podemos añadir que el baloncesto cubano tuvo una marcada tendencia a la violencia, pues era escaso el dominio de los fundamentos técnicos y los atletas usaban más la fortaleza física que destreza y habilidad para conducirse en el tabloncillo. El funcionamiento de la Unión Atlética de Cuba, la Liga Social, la Liga Intersocial y la Liga Intercolegial, estas tres últimas fundadas en 1924 contribuyeron a la superación de los entrenadores en las distintas sociedades y así comenzó una constante lucha individual por la superación. SEGUNDA ETAPA (1922-1948) En todo este breve recuento histórico conviene señalar una segunda etapa de competiciones y la incorporación femenina a partir del año 1924. Por supuesto, tal incursión resultó la consecuencia directa de la situación presente en colegios y universidades estadounidenses, además del incipiente auge alcanzado en el plano local por la práctica masculina. Las chicas cubanas iniciaron sus actividades conducidas por José González Rebull, entusiasta entrenador del Vedado Tennis Club, quien, pasado unos tres meses de práctica en la cancha vedadense, invitó a las muchachas del Habana Yatch Club a una serie de seis partidos. Entonces, las victorias siempre fueron a la cuenta del Vedado Tennis y así aparece registrado en los documentos históricos de la institución, pero no se trató de un campeonato oficial. Sin embargo, la iniciativa permitió organizar en 1925 el primer certamen, con la participación de los mismos clubes y González Rebull repitió el éxito. Con altas y bajas, los torneos tuvieron aceptación en los dos sexos, aunque el público en reducido número siguió a sus favoritos. En el caso femenino, los más destacado pudieron ofrecerlas los técnicos Roberto Pérez Acevedo y Eduardo de las Casas con las varias veces monarcas consecutivas del Club Teléfono, entre los años 1927-1932). En la rama masculina, Cuba tuvo la primera participación internacional en los Juegos Centroamericanos, celebrados en la Ciudad de México (1926) y allí ocupó el segundo al perder 2-1 en un enfrentamiento bilateral frente a los anfitriones. México ganó el primer día 27x18, Cuba triunfo en la siguiente jornada 18x 17 y cayó en la última 31x22. Los cubanos intervinieron por primera vez en las dos ramas en San Salvador, El Salvador (1935) y los hombres volvieron a ocupar la segunda plaza (3-2), detrás de México. Algo muy parecido ocurrió con las mujeres (2-2), vencidas par de veces por las mexicanas y ganadoras en igual cantidad de desafíos contra las locales. Nuestro preámbulo concluye en 1948, porque a continuación tenemos el privilegio de disfrutar los recuerdos de tres conocidos protagonistas: José Llanusa, Fabio Ruíz y Mario “Risita” Quintero. Por cierto, “Risita” antes de integrar el equipo olímpico a Londres (1948) participó en los Juegos Centroamericanos y del Caribe, con sede en Barranquilla, Colombia (1946). Ahora cedo la palabra al moderador José Ramírez, quien tendrá a su cargo la presentación y conducción de esta segunda parte de la interesante actividad que hoy nos convoca. KUALA LUMPUR 1990 Conquistar la medalla de bronce en la XI Edición del certamen mundial de baloncesto femenino, con subsedes alternas en las ciudades de Kuching, Kota Kinabalu y Kuala Lumpur, todas pertenecientes al país nombrado Federación de Malasia, significó para el seleccionado nacional la mejor actuación en el nivel internacional. Llegar hasta la cima en el deporte de las canastas, solo superadas por las representaciones de Estados Unidos y Yugoslavia, ocupantes, en ese orden, de las dos primeras posiciones en la lid universal y, al mismo tiempo, respectivas titulares y subtitulares olímpicas en Seúl (1988), resulta el más claro ejemplo de la pródiga cosecha lograda después del arduo trabajo comenzado varios años atrás. Antes de iniciarse el campeonato en los tabloncillos de la lejana nación asiática, las jugadoras criollas tenían planteado el compromiso de alcanzar una medalla de cualquier color. Aunque la meta parecía ambiciosa, lo cierto es que el aval de monarcas continentales conseguido en la Copa de Las Américas, celebrada en Sao Paulo, Brasil (1989), donde vencieron, entre otras rivales al propio cuadro estadounidense y a Canadá, medallistas dorados y bronceados en la anterior versión mundialista de Moscú (1986), respaldaba con creces tan firmes aspiraciones. Los azares del sorteo preliminar colocaron a las caribeñas en el grupo D, considerado el más fuerte de los cuatro integrados, por aparecer en el mismo Yugoslavia y la República Popular de China. Cada uno de los grupos clasificaba a dos y en el debut Cuba derrotó a las bien ranqueadas chinas 88 x 84. Un día más tarde cedieron terreno ante las yugoslavas 68 x 75, pero como las balcánicas triunfaron sobre las asiáticas 88 x 70, la cuabana obtuvieron la clasificación. Paso a paso, las muchachas llegaron a la semifinal cruzada, junto a Estados Unidos, Yugoslavia y Checoslovaquia. Cuba perdió frente a Estados Unidos, poseedor de uno de los mejores equipos femeninos en la historia del baloncesto de ese país y salieron a discutir el bronce contra Checoslovaquia en la fecha del cierre. El marcador final reflejó victoria cubana 83 x 61 y no quedaba lugar para dudas... Entre nosotros tenemos hoy a varias de las protagonistas de la hazaña. Una de ellas, Dalia Henry fue la capitana y ahora le cedo la palabra para que aporte su punto de vista sobre la inolvidable conquista del metal bronceado en el lejano escenario.
Enciclopedia Universal. 2012.